Lo que debemos conocer sobre hepatitis virales

La hepatitis viral es un proceso inflamatorio que afecta específicamente al hígado y puede ser producida, entre otras causas, por distintos tipos de virus. La nomenclatura internacional acepta actualmente la participación de cinco de ellos, los cuales son denominados con las primeras cinco letras del abecedario: A, B, C, D y E. Los virus A y E son de transmisión fecal-oral mientras que los restantes se contagian predominantemente por sangre.

Los vistos en nuestro país son los virus A, B y C.

Virus de la hepatitis A

Este es un virus que generalmente compromete a niños y gente joven y tiene un predominio estacional fundamentalmente en épocas de lluvias. Esta es la explicación del porque la hepatitis A se ve con mayor frecuencia en zonas donde se contaminan las napas de agua debido a un mal tratamiento de las excretas.

La enfermedad tiene un periodo de incubación de alrededor de 30 días y los síntomas característicos son fiebre, color amarillo de piel y mucosas y materia fecal clara frecuentemente asociada a dolor abdominal, nauseas y vómitos.

Si bien no produce formas crónicas, existe una mínima posibilidad de evolución a un cuadro fulminante (1 en 1000 casos), con alta tasa de mortalidad de no mediar un transplante hepático.

La vacunación es mandatoria en todo niño luego del año de vida y debe aplicarse una dosis al día cero y otra a los 6 meses.

Virus de la hepatitis B

La Hepatitis B es producida por un virus que tiene una estructura molecular distinta al A, la cual le confiere resistencia a la destrucción inducida por desinfectantes comunes (por ejemplo el alcohol). Este virus se inactiva en estufa a 160º C, o bien a través de la desinfección con lavandina. Estas características hacen que pueda vivir entre 7 y 10 días en una gota de sangre seca.

De 100 personas que se infectan con el virus B, sólo 35 hacen una hepatitis aguda sintomática, mientras que las restantes se inmunizan en forma asintomática. Este último grupo suele alarmarse frente a la aparición de un anticuerpo (generalmente detectado al donar sangre), debido a que no recuerdan haber tenido nunca un cuadro de hepatitis. Su significación clínica tiene que ver con una cicatriz de memoria inmunológica y no con enfermedad activa. Del 35% que hace hepatitis sintomática (fatiga y color amarillo de piel y mucosas), sólo el 5% hará formas crónicas, las cuales de no ser tratadas, pueden evolucionar a cirrosis en alrededor de un 40% de los casos.

Actualmente existen en el comercio drogas que pueden frenar la enfermedad en la mayoría de los pacientes tratados. Esto no significa “curación”, sino “remisión”, dado que solo un porcentaje no superior al 35-40% se cura. De todas formas, el enorme avance realizado por la investigación virológica y farmacéutica, ha hecho que hoy contemos con un gran arsenal terapéutico compuesto por fármacos antivirales, dentro de los cuales el Interferón y algunos nucleósidos son los más utilizados.

Por otra parte debemos conocer que existen vacunas específicas contra la hepatitis B, que si bien deben ser administradas preferentemente a grupos de riesgo (personal que trabaje con sangre, adictos endovenosos, homosexuales, etc.), también debieran aplicarse en edad pre-adolescente, dado que actualmente la vía de contagio heterosexual es una de las más importantes. Además este virus también puede transmitirse por sangre contaminada a través de pinchazos con agujas infectadas (tatuajes, drogadicción, etc.).

La vacuna consta de tres dosis: día cero, 30 y a los 180 días la dosis final de refuerzo.

Virus de la hepatitis C

Este virus es el más joven de todos y fue descubierto por un grupo de investigadores californianos en 1989. La aparición de hepatitis aguda sintomática es infrecuente y más del 75% de las personas que la padecen harán formas crónicas con distinto grado de evolución.

Desgraciadamente la enfermedad raramente da síntomas, incluso en fase cirrótica, lo cual obliga al médico a pedir de rutina exámenes de laboratorio dirigidos a pesquisar inflamación hepática (transaminasas). Actualmente existen tratamientos combinando drogas que pueden curar la enfermedad hasta en un 60% de los casos.

Existen investigaciones en curso sobre nuevos fármacos dados por vía oral y asociados al interferón, los cuales seguramente a corto plazo, elevarán la tasa de curación a un porcentaje mayor al obtenido hasta el momento.

Debido a que el virus de la hepatitis C tiene una alta capacidad de mutación, el desarrollo de una vacuna específica se hace dificultoso, no obstante, las investigaciones en este campo, se encuentran sumamente adelantadas indicando que probablemente en un futuro inmediato también dispongamos de vacunas específicas para este virus.

A pesar del enorme conocimiento ganado en la última década sobre el comportamiento del virus de la hepatitis C, tanto en el terreno virológico como terapéutico, aún continúan existiendo puntos obscuros que seguramente requerirán varios años para poder ser esclarecidos. En el último tiempo, algunos artículos publicados en diarios de nuestro país han dado una visión demasiado alarmista y no se han ajustado a la verdad absoluta con respecto a la verdadera historia natural de la enfermedad por virus C. Debiéramos saber que este virus una vez instalado en nuestro organismo puede producir en diferentes individuos distintos grados de enfermedad en un mismo periodo de tiempo. Si tomamos como ejemplo 100 personas infectadas, únicamente el 20 % de ellas desarrollará cirrosis hepática en un periodo no inferior a 20 años. Alrededor de un 40 % de los casos tendrá un cuadro de hepatitis crónica de evolución benigna, bajo grado de daño hepático y que probablemente gran parte de ellos nunca necesiten tratamiento antiviral.

La gravedad de la enfermedad depende habitualmente de factores externos, como la ingesta diaria de elevadas cantidades de alcohol y fundamentalmente factores relacionados con el mismo paciente, los cuales tienen que ver con el estado inmunológico del individuo en cuestión. (Sistema defensivo).

Este sistema inmunológico juega un papel relevante en la evolución a la cronicidad y en el mayor o menor grado de agresividad que adopte la enfermedad. Por otra parte, este es un punto de constante investigación debido a que muchos pacientes por razones que aún se desconocen, no fabrican la suficiente cantidad de un tipo específico de anticuerpos que logre eliminar al virus en forma definitiva luego del episodio inicial de hepatitis aguda C. A pesar de esto y a solo 15 años del descubrimiento de este virus, podemos decir que en un alto porcentaje de los casos la enfermedad tiene un curso benigno y se cura con tratamiento farmacológico entre un 60 a 80% de los pacientes afectados. Únicamente aquel pequeño porcentaje (entre 5-10%) que desarrolle una enfermedad cirrótica descompensada deberá ser sometido a un transplante hepático. Este procedimiento es actualmente exitoso en la mayoría de los pacientes tratados y logra una calidad de vida similar a cualquier persona no transplantada.

Hepatitis virales en el paciente VIH (+).

Hepatitis C

Esta es una enfermedad muy frecuente en la población de pacientes VIH positivos, a tal punto que más de un 50% de aquellas personas que compartieron agujas y drogas endovenosas son portadoras crónicas del virus C. En el paciente co-infectado con VIH y virus C, la enfermedad hepática suele ser mas agresiva que en aquel sin VIH. Esta mayor evolución se traduce en un aumento del daño hepático en un menor período de tiempo.

Desafortunadamente, este tipo de hepatitis crónica es productora de muy escasos síntomas y frecuentemente pasa desapercibida durante años si no se toma conciencia de que el virus debe ser buscado con análisis de laboratorio específicos.

Afortunadamente hoy contamos con tratamientos específicos para esta enfermedad, la cual debiera ser tratada con Interferón más Ribavirina durante un año. De esta forma se logra la curación en alrededor de un 50% de los casos.

Hepatitis a virus B

La asociación de virus B y VIH es frecuente debido a las vías de transmisión compartidas. Si bien hoy existe una mayor toma de conciencia en el cuidado de la contaminación sexual en el grupo homosexual, no sucede lo mismo en personas adolescentes heterosexuales, donde con relativa frecuencia no se utiliza ningún tipo de medidas profilácticas para evitar estas enfermedades. Esta situación explica la alta tasa de contaminación heterosexual actualmente descripta en relación al virus de la hepatitis B en la literatura médica.

Por otra parte, la historia natural de la hepatitis B en el paciente VIH positivo también representa una mayor frecuencia de pasaje a la cronicidad y una baja tasa de cura espontánea en contraposición a lo que sucede con el portador de virus B sin VIH.

A pesar de este panorama no muy alentador, hoy contamos con drogas para tratar exitosamente esta enfermedad, que son empleadas por vía oral con excelente tolerancia y sin efectos adversos remarcables, suprimiendo la reproducción del virus en un 80 % de los casos y evitando de esta forma la progresión de la enfermedad.