Obituario

Charles S. Lieber, sinónimo de hígado y alcohol

Es la primera vez que escribo un obituario, y espero no tener que volver a hacerlo. En el New York Times del 11 de marzo de 2009 se leía: Charles Lieber, que estudió el alcohol como toxina, murió a los 78 años.

Lieber imprimió un giro copernicano a las investigaciones sobre el alcohol. Contra la idea prevalente de que la hepatopatía en el alcoholismo crónico era una enfermedad exclusivamente nutricional, Lieber se dedicó a demostrar que el alcohol es un tóxico directo sobre las células residentes hepáticas. Y esto se basaba en la observación de que la cirrosis hepática se puede desarrollar en etilistas que se hallan en buen estado nutricional.

Es necesario hacer un ejercicio de abstracción e imaginarse cómo puede plantearse una hipótesis como ésta en el contexto de la hepatología de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Para ello, me resulta útil acudir al imborrable recuerdo de mi primera entrevista con Lieber, de relevancia para mí, dado que se decidía mi entrada como residente en Gastroenterología. En esta oportunidad no tardaron en aparecer los rasgos de inteligencia y tenacidad que lo habían convertido en un importante miembro de la comunidad científica.

Para mi percepción, él era uno de esos grandes que se conocen a través de la literatura médica, y particularmente por su consagratorio artículo del J Med Primatology acerca del hallazgo de un modelo animal de hepatopatía por alcoholismo crónico. En este artículo, Lieber et al. exponían todo el espectro anatomopatológico de la hepatopatía por alcohol, reproducido en una colonia de babuinos mediante la administración sostenida de etanol junto a una dieta nutricionalmente adecuada.

Las discusiones en torno a este tema no han terminado, pero la defensa de semejante tesis requería de una personalidad como la de Lieber. Dotado de un talento investigativo superior y una hábil oratoria, se batió en todos los foros científicos posibles proporcionando los datos provenientes de las diversas líneas de investigación que se había trazado. Desde el Alcohol Research and Treatment Center , afiliado al Mount Sinai School of Medicine de New York, se produjo una prolífica investigación que permitió conocer en detalle el metabolismo del etanol y postular los mecanismos bioquímicos responsables de la patogenia de la hepatopatía alcohólica.

Excelente conferencista, en el que su acento francés no alcanzaba a ocultar su pulido manejo del inglés, Lieber inspiraba con sus ideas en forma permanente, en los Journal Clubs , los seminarios, las reuniones donde se interesaba por el curso de los trabajos y sus resultados, y en la cuidada prosa de sus artículos de revisión. Sus agudos y a veces mordaces comentarios eran parte inseparable de esta inspiración.

No dudo, a este respecto, que su cercanía me permitió entender y cuestionar el método científico, la evidencia en que se basan los datos que utilizamos en nuestra práctica, la aproximación crítica a la lectura médica, y al mismo tiempo, entrar en contacto con ese mundo maravilloso en que se producen los descubrimientos perdurables.

De pensamiento riguroso, Lieber conocía perfectamente la responsabilidad que le cabía como investigador que poseía la única colonia de babuinos destinado a este tipo de ensayos. Con Lieber hemos adquirido el conocimiento clave para entender las deficiencias nutricionales vinculadas al alcoholismo crónico, el papel de los metabolitos del etanol en las lesiones subcelulares, el descubrimiento del sistema microsomal de oxidación del etanol (MEOS) y el rol central jugado por la fracción P4502E1 (CYP2E1) en la tolerancia alcohólica, el efecto de la depleción y administración de la vitamina A como promotores de fibrosis hepática, el daño por alcohol a las membranas celulares y subcelulares y su probable terapéutica, y muchos otros detalles relacionados con el metabolismo intracelular del etanol. Fue autor de más de mil publicaciones, fundador de varios Journals de la especialidad, miembro del comité editorial de muchos otros, incansable como investigador, y acreedor de numerosos premios.

Este profesor de Medicina y Patología del mítico Mount Sinai Medical Center de Manhattan (donde se destacaron Crohn, Damashek, el legendario Popper, Shaffner, Janeway, el gran Chalmers y tantos otros), había nacido en Bélgica en el seno de un hogar judío, y fue deportado durante la Segunda Guerra Mundial a un refugio en Suiza, donde fue adoptado por una familia. Nunca volvió a ver a la suya.

A su regreso a Bruselas, después de la guerra, se convirtió en un brillante y multipremiado estudiante de medicina, residente de Clínica Médica, y luego investigador en Harvard junto al afamado grupo de Ruddy Schmid. Finalmente llegó al Mount Sinai , donde compartió tareas y honores con nombres como Emanuel Rubin, Hans Popper, Enrique Baraona, Fiorenzo Paronetto, y otros. Recibió una gran cantidad de fellows provenientes de los más diversos países, y en el corredor que llevaba a su oficina (donde se llevaban a cabo las reuniones más dramáticas), un enorme mapamundi señalaba con la banderita correspondiente el país de origen de los residentes e investigadores visitantes.

El impacto que provocó este investigador brillante resultó de gran magnitud, y no puede discutirse el tema de la patogenia del alcoholismo sin mencionar sus muchas contribuciones. La comunidad científica ha aceptado el papel crítico del etanol como tóxico directo, y Lieber terminó por considerar como plausible que las deficiencias nutricionales contribuyen al desarrollo de las lesiones hepáticas.

Irónicamente, Lieber, que en los años 50 del siglo XX había intuído la presencia del H. Pylori , y cuyas primeras publicaciones versaron sobre la secreción gástrica, murió afectado por un cáncer gástrico, 60 años después de una gastrectomía parcial por una úlcera sangrante.

El Dr. Charles S. Lieber está en el panteón de los grandes investigadores del hígado, y de aquellos maestros que dejan una huella imborrable. Gracias, CSL.

Dr. José A. Rojman