Resulta difícil imaginar con precisión la Medicina del Futuro sin ponerle a éste límites de tiempo. Si se tienen en cuenta los extraordinarios avances que la medicina ha hecho en estos últimos 50 años, podríamos con más certeza vislumbrar los cambios que se proyectan en los 50 venideros.
La mirada retrospectiva de la última mitad del siglo muestra increíbles avances en materia diagnóstica y terapéutica siendo numerosos los factores que han incidido en hacerlos factibles.
El desarrollo de la biología molecular y los aportes de la ingeniería genética han impactado diferentes campos de la ciencia. La tecnología de imágenes aplicada al diagnóstico ha permitido con máxima exactitud acceder al conocimiento en forma no invasiva de órganos inexplorados hasta hace poco menos de una década. La anatomía de éstos se fue desnudando a la visión del médico, con la precisión que daban hasta entonces solamente las piezas de autopsia.
El descubrimiento de nuevos fármacos nutridos en parte por la aplicación de las ciencias arriba mencionadas, pudieron ser evaluados en estudios controlados con diseños éticos y estadísticos incorporados en los últimos veinte años, aportando alternativas en materia terapéutica. Se suma a este vertiginoso cambio el desarrollo de métodos miniinvasivos para diagnóstico y terapéutica, así como la factibilidad de realizar diversos transplantes incluyendo los multiviscerales, que son actualmente utilizados en a la práctica diaria.
La medicina ha logrado en este avance llevar el promedio de vida en los países desarrollados de occidente de 57 años, a principios del siglo XX, a 77 cuando éste llegaba a su fin.
Si uno intenta proyectar el futuro, se imagina una medicina en la cual ciertas enfermedades dejarán de ser prioridad para pasar a serlo aquellas que en la actualidad no tienen solución, como otras que forzosamente se incrementarán por la previsible longevidad del ser humano. Es probable que algunas enfermedades crónicas como el síndrome metabólico incluyendo la obesidad y la hipertensión, pasarán a tener todavía mayor relevancia. La osteoporosis, el Alzheimer y las enfermedades reumatológicas serán parte de los desafíos que los médicos tendremos que afrontar con mayor frecuencia. A esta lista debe agregarse la creciente aparición de ciertos tumores comunes en el geronte y aquellos que la contaminación ambiental puede causar, en épocas cada vez más tempranas de la vida.
El conocimiento del genoma y su aplicación terapéutica podrán predecir futuras enfermedades. Se abrirá entonces el campo hasta ahora poco desarrollado de la farmacogenética con la posibilidad de revertir enfermedades sin solución en el presente.
Una contribución singular deberá asignarse a la nanotecnología como una mirada más molecular a algunas enfermedades crónicas y en especial a las oncológicas.
Si admitimos este futuro como probable en un tiempo no alejado, debemos estar preparados para formar recursos humanos con capacitación suficiente para poder manejar los cambios que se avecinan. Se hace entonces necesario un cambio en la currícula universitaria capacitando recursos humanos que sepan interpretar y aplicar este nuevo lenguaje.
Es importante generar el concepto de excelencia en la formación de estos recursos, no confundiendo a la misma como una concepción elitista, sino como una instancia superadora de beneficio universal. Las políticas de salud que contemplan la equidad, serán aquellas que deberán implementar los futuros gobernantes para hacer que el creciente avance de la medicina pueda insertarse por igual en todas las clases sociales.
Finalmente toda proyección que se haga sobre el futuro de la Medicina, deberá tener en cuenta el concepto humanístico en el ejercicio de la misma. La integración del cuerpo al alma es una tarea para desarrollar en la formación de las nuevas generaciones de médicos, evitando que el avance de la ciencia y las nuevas tecnologías separen al médico del paciente. Este concepto es más fácil verbalizarlo que ejecutarlo. Es preocupante que en la actualidad exista en la mayoría de los países con mas desarrollo científico un peligroso deterioro de la relación médico-paciente.
Es de esperar que en el futuro la Medicina incorpore a profesionales tan eficientes como humanos. La humanidad se aprende con modelos pero se cultiva con el ejercicio de la misma.
Esto obliga a pensar para el futuro en el perfil del médico que debiéramos proyectar para la asistencia, docencia e investigación.
El Hospital Centenario fue construido hace casi un siglo con estos objetivos. El puñado de rosarinos que lo hicieron factible imaginaron un hospital escuela para una Facultad de excelencia. Los años que siguieron a su fundación les dieron la razón.
Sin embargo, el presente preocupa, siendo nuevamente necesaria la actitud protagonista de los ciudadanos de Rosario. Este esfuerzo no alcanza si esta voluntad no es compartida por los gobernantes de turno, que piensen en la construcción de un futuro que supere los problemas coyunturales del momento.
Es probable que entonces la solidaridad de la sociedad con recursos, unida a la voluntad política de los próximos gobiernos puedan construir un ámbito adecuado para que el Hospital Centenario pueda insertarse en la Medicina de este ambicioso futuro proyectado.
El desafío es de todos y de cada uno de nosotros. La responsabilidad será mayor para aquellos que además tengan el poder que otorga el ser gobierno. El tiempo será un juez inexorable de cada gestión.
No creo que se pueda concluir esta breve reseña sin destacar que las enfermedades que afligen a los países desarrollados no son las mismas que adolecen los países en desarrollo.
En los primeros, la prevención y el mayor uso de los recursos terapéuticos ha permitido erradicar la mortalidad infantil y las enfermedades infecciosas endémicas. En los segundos, la desnutrición es la resultante de la pobreza real y estructural contribuyendo a la depresión inmunológica que favorece la prevalencia de enfermedades infecciosas, que se suma a la elevada mortalidad infantil.
En consecuencia, la predicción puede implementarse en los países industrializados pero la prevención es una asignatura pendiente en los países emergentes.
Es de esperar que a la medicina proyectada con optimismo al futuro pueda sumarse un cambio social que disminuya la brecha que hoy en día separa a los ricos de los pobres.
Solo así habrá igualdad y equidad en el mundo en su acceso a la salud.
Hugo Tanno
Profesor Titular de Gastroenterología
Director de la Carrera de Post Grado en Gastroenterología
Facultad de Medicina de la U.N.R.